Una de las formas tradicionales menos exploradas en el español es la villanela. Nacida en Francia a principios del siglo XVII, es una forma que cifra dos de los temas formales cruciales de la poesía: la repetición y la sorpresa. Con cinco tercetos y un cuarteto final, la villanela está llena de repeticiones: todas las primeras y terceras líneas de cada terceto riman, y todas las segundas líneas de las estrofas riman entre sí. Es más, la primera y la tercera líneas de la primera estrofa se van repitiendo a lo largo del poema: la primera línea es idéntica a la sexta, décimo segunda, y décimo octava, y la segunda línea es idéntica a la novena, décimo quinta, y décimo novena.
Si bien en la primera estrofa, estas dos líneas generatrices aparecen separadas por una sola línea, luego se alejan a lo largo de las siguientes cuatro estrofas hasta, finalmente —sorpresa—, aparecer juntas en las dos últimas líneas del poema. La estructura sugiere, depende de cómo se lo vea, paralelismo, separación y reencuentro, obsesión, etcétera.
Como en la villanela las repeticiones son forzadas, es sumamente importante, cuando se la escribe, tomar en cuenta que la repetición —cuya virtud estriba en la regularidad de la letanía, en la algarabía de la resolución anticipada— puede hacer que lector deje de prestar atención. Por ende, lo ideal es conseguir –¡tremendo reto!– que las repeticiones, quizá mediante algún giro, ya sea semántico o sintáctico, sorprendan al lector.
Esta semana iré publicando una villanela por día. La primera —muy memorable— es de Elizabeth Bishop. La segunda línea generatriz (la tercera de la primera estrofa) varía de instancia a instancia, por lo que es una villanela no del todo tradicional.
UN ARTE
El arte de perder se aprende suave.
En las cosas habita tanto olvido
que al perderlas no pasa nada grave.
Pierde algo cada día. Que la llave
perdida valga la hora que has perdido.
El arte de perder se aprende suave.
Pierde lugares, ágil como un ave,
más rápido, más lejos. El sentido
de tu excursión. No pasa nada grave.
Perdí el reloj de mi mamá. Y se sabe
que perderé la casa en que he vivido.
El arte de perder se aprende suave.
Perdí ciudades y lo que no cabe
en ellas: el paisaje recorrido.
Me duele, mas no pasa nada grave.
Y te he perdido a ti aunque te silabe
la voz burlona, el ademán querido.
El arte de perder se aprende suave
aunque parezca (¡escríbelo!) tan grave.
Elizabeth Bishop
Versión al español de Pedro Poitevin
No conocía la villanela. Después de leer ésta y la de Dylan Thomas, me declaro conquistado y rendido. Gracias, gracias, gracias al traductor.
Siempre que leo a Pedro Poitevin, aprendo. Gracias.