La Odisea tiene uno de los juegos de palabras más antiguos de los que tenemos noticia: Odiseo le dice a Polifemo que su nombre es Outis. Más tarde, cuando Polifemo despierta de su borrachera y se da cuenta de que está ciego, éste le pide ayuda a sus vecinos, quienes le preguntan quién lo está matando: oú tis, responde Polifemo, separando las dos sílabas. En griego antiguo, oú tis significa “nadie”. Es así como el poema le muestra, a quien lo escucha, y más adelante, a quien lo lee, el ingenio (mētis) del héroe. Los vecinos, por cierto, cuando se dirigen a Polifemo, confundidos por su respuesta, le preguntan —mé tis— si no es el caso que alguien lo está matando. Hay, entonces, dos juegos de palabras en el pasaje: uno se aprovecha de la proximidad de la no-palabra —el nombre inventado— Outis a la frase oú tis, y el otro de la proximidad entre la frase mé tis y la palabra mētis.
Para quienes tenemos la afición por los palíndromos, es agradable observar un par de palíndromos que mezclan español y griego: “Sitúo a Outis”, un palíndromo burlesco, y “Sí, tú, oh, oú tis”, con esa pausada dicción de Polifemo que hace énfasis en cada sílaba.
Pero no todo en el juego es juego. El filólogo Daniel Heller-Roazen ha escrito un libro titulado “No One’s Ways”, en el que explora la historia intelectual del problema filosófico que surge del uso de este tipo de construcción negativa de conceptos. Aristóteles identificó el problema de la indeterminación de los conceptos derivados de la negación de otros (nombres indefinidos o infinitos), y a lo largo de la historia de la filosofía, el problema de los nombres infinitos, o de las formas del ser el no-ser algo, ha surgido múltiples veces.
Antes de Aristóteles, Parménides argumentaba a favor de la unicidad e indestructibilidad del ser: el ser no puede dejar de ser y la negación del ser no puede ser. Y milenios más tarde, los matemáticos intuicionistas adoptaron, como modus operandi, una forma de evadir los problemas más evidentes que surgen de la negación. Si el lenguaje nos permite operaciones conceptuales truculentas, es posible que nos veamos a veces en el papel de Polifemo. Tanto el deleite lúdico del ingenio o mētis, como la angustia sobre Outis —quien seguramente se hubiera deleitado al decirle al cíclope “sí, te mata mētis”— han permanecido con nosotros.
Será un gusto seguir leyéndote.
Aquí estaré, al filo del asombro, acorazado Poitevin.